¿Los animales también tienen alma?

A muchos niños esta pregunta les surge tras la pérdida de una mascota, pero también desde su observación natural del mundo. Lo sienten en los ojos de un perro, en el silencio de un gato, en la muerte de un pez o un pájaro. Intuyen que hay algo más que un cuerpo… pero necesitan que alguien se los confirme sin temor, sin mentira, sin minimizar lo que sienten.

¿Los animales también tienen alma?

A veces, lo que más duele en un niño no es la muerte en sí, sino la duda de si ese ser que amaba sigue existiendo en alguna parte. Cuando la pérdida es de un animal —su perrito, su gatita, un pez que miraba cada día o un pájaro que cuidaba— la pregunta aparece como un susurro entre lágrimas: “¿Tiene alma? ¿Dónde está ahora?” Lo importante no es responder con una idea reconfortante para calmar el llanto, sino con una verdad que respete la sensibilidad del niño y el vínculo real que existía. Porque para él o ella, ese animal no era “solo una mascota”, era un compañero, un alma cercana, un miembro de su mundo emocional.


Desde la comprensión espiritual que comparto en Canalización y Mediumnidad, los animales no solo tienen alma: tienen una conexión profunda con los planos sutiles, con una misión muy clara de amor incondicional, sanación y acompañamiento. Muchas veces, los animales encarnan no para aprender —como lo hacen los humanos— sino para ayudarnos a recordar lo que es el amor sin condiciones, la entrega, la presencia pura.

Cuando un animal muere, su alma también realiza un tránsito. No desaparece. Se libera del cuerpo físico, pero puede permanecer un tiempo cerca, como guía, como energía protectora, como presencia amorosa. Algunos niños —y adultos sensibles— aún sienten a sus mascotas mucho tiempo después. Y no es ilusión: es verdad en otro plano.

Por eso, cuando un niño pregunta si su animal sigue vivo “en algún lugar”, la respuesta más amorosa y verdadera es: sí, sigue. No de la misma forma, pero sigue.
No hace falta explicarlo todo. Solo sostener la certeza de que el amor no desaparece porque alguien muere. Y los animales aman profundamente. Tal vez más que muchos humanos. Por eso su alma permanece, acompañando a quien más amaron.

 

Para decirle al niño:

Sí, los animales también tienen alma. Cuando tu perrito se fue, no se apagó como una lámpara. Su cuerpo se detuvo, pero su parte invisible —su alma— se fue a un lugar lleno de calma y luz.
Los animales son muy especiales. Vienen a la Tierra para acompañarnos, para cuidarnos, para enseñarnos cosas que a veces los humanos olvidan: cómo amar sin pedir nada, cómo estar en silencio sin incomodar, cómo mirar sin juzgar.
Cuando un animal muere, su alma sigue viva.
Y puede que aún lo sientas cerquita. Tal vez lo sueñes, o lo pienses muy fuerte y sientas que está ahí. Eso es real.
Ellos no se van del todo. A veces se quedan un rato más, cuidándonos.
Y aunque no puedas abrazarlo como antes, tu perrito te sigue queriendo, desde otro lugar.

 

El jardín secreto

Mia tenía una gata blanca llamada Lúa. Dormían juntas, se entendían sin hablar. Pero un día, Lúa no despertó. Mia la abrazó fuerte, pero Lúa ya no respiraba.
Esa noche, Mia soñó que caminaba por un jardín enorme. Había flores que cantaban, árboles con ojos, y animales de todos los colores. Al fondo, en un claro de luz, vio a Lúa. Su pelaje brillaba como si fuera de estrellas.

—¿Este es el cielo? —preguntó Mia.
Lúa no habló, pero Mia la escuchó igual, como cuando se entendían sin palabras.
—No te preocupes —dijo la voz en su corazón—. Yo sigo aquí. No en tu cama, pero sí en tu pecho. No con maullidos, pero sí en el viento. Siempre que me pienses, vendré a verte.
Mia despertó con una lágrima y una sonrisa.
Sabía que su gata ya no estaba afuera…
pero sí estaba dentro. Para siempre.


 
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201 preguntas sobre la muerte, el alma y la vida, con respuestas desde el corazón

Un libro pensado para padres, abuelos, educadores y terapeutas, que ofrece respuestas sencillas y profundas a las grandes inquietudes de los niños. Un puente entre la curiosidad infantil y la sabiduría del alma.

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